En el corazón del creyente, surge espontáneamente un sentimiento de agradecimiento, cuando escucha un mensaje de Dios que personaliza y, de manera especial, cuando siente ese “toque de Dios”, que sana y nos devuelve esa presencia de Dios que revitaliza nuestra persona y vocación.
Nuestro corazón escolapio, ante la persona, vida y enseñanzas de san José de Calasanz escucha, por una parte, un mensaje portador de vida, esperanza y confianza para el niño y el joven de hoy, y por otra, siente ese “toque delicado de Dios”, que con infinita bondad, mansedumbre y paciencia va enterneciendo palatinamente nuestro corazón hasta conformarlo con la confianza, sencillez y abandono propia de los pequeños del Evangelio.
De esta forma, Calasanz, se convierte en palabra viva de Dios para cada uno de nosotros, a la que respondemos con
- nuestra oración confiada y agradecida, desde el corazón de tantos niños que a través de esta “mies fertilísima” de las Escuelas Pías han acogido la misericordia de la paternidad de Dios;
- nuestra alabanza y agradecimiento a nuestro Dios que ha prodigado tanta compasión a través de Calasanz;
- nuestra entrega generosa a tantos niños y jóvenes que nos piden el pan de la cultura y del Evangelio, en un ambiente en el que fácilmente son despreciados y ninguneados.
Y ahora, cada uno de nosotros, puede recogerse en su propio interior, ante aquella imagen de Nuestro Santo Padre que le resulte más sugerente, y agradecer de corazón, la vida que ha recibido en Calasanz.
Para concluir, nos unimos a la oración de toda la Iglesia:
Señor Dios nuestro,
que has enriquecido a san José de Calasanz,
con la caridad y la paciencia,
para que pudiera entregarse sin descanso
a la formación humana y cristiana e los niños;
concédenos, te rogamos,
imitar en su servicio a la verdad,
al que veneramos hoy como maestro de sabiduría.