“El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su creación”, nos dice el Papa Francisco en su mensaje de Cuaresma.
Al tiempo que avanzamos en camino hacia la Pascua, vamos comprendiendo con mayor claridad nuestro ser obstinado en sus egoísmos y pecados, junto con esa presencia paciente, infinitamente misericordiosa que en nuestras tristezas y decepciones suscita el gozo de una esperanza nueva. Pensar en Dios siempre da alegría.
Jesús hoy le habla a un hombre llamado Nicodemo, que en la noche fue a buscar a Jesús. Era un hombre de bien, atraído por las palabras y el ejemplo de Jesús, pero que tiene miedo de los demás, no se atreve a unirse de corazón a Jesús.
También hoy, cada uno de nosotros siente una atracción por Jesús. Pero son tantas las dificultades y contrariedades de la vida que nos da miedo decidir y equivocarnos, como si necesitáramos un “signo” que nos confirmara en la fe. En la oscuridad de mi noche, puedo mirar a Dios, guardar silencio. Relajar mi cuerpo, mi pensar y sentir. Jesús es el amigo que me acompaña. Quiere que le escuche, que atienda su voz y su palabra. Viene a entregarnos su ser.
Le invocamos:
Ven, Señor Jesús… Ven, Señor Jesús…
Envíame tu luz… Ilumíname…
ten paciencia conmigo…
Canto: Jesús, quiero crecer en tu amor
En el mensaje que Jesús trasmite a Nicodemo, nos recuerda que el único “signo” que puede ofrecernos es Jesús elevado en la cruz: Jesús muerto y resucitado es el único SIGNO creíble, que ilumina los entresijos de cada persona. Nuestra fe no es una adhesión a unas ideas o a unas normas de conducta, que me “salvan”, pero que excluye y condena a quien no las sigue. La auténtica fe es un encuentro personal con Cristo crucificado y resucitado. Esta es la verdadera LUZ que ilumina un nuevo modo de pensar y actuar: una vida impulsada por un amor al prójimo que es entrega, donación, humilde abajamiento al modo del Hijo de Dios. Jesús siempre acoge, perdona, e integra a los excluidos.
Ésta es LUZ que ha venido a nuestro mundo, pero muchos hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. ¡Cuánta tiniebla hay en tantas partes del mundo!
Sin embargo, los niños, en su inocencia y mirada limpia, nos acercan a la Verdad de Dios, que siempre lanza nuestra mirada hacia un futuro de esperanza y nos promete la fuerza del Espíritu para alcanzarlo. Él nos ha creado para vivir en la luz y ser luz para las gentes que nos rodean: “El que realiza la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”, nos dice Jesús en el Evangelio.
San José de Calasanz, en una carta dirigida en 1647 a un religioso en quien tenía una gran confianza, escribe: “pido al Señor especial luz de gracia, a fin de que sean constantes en su vocación” (EP4484)
Pedir la luz de la gracia nos aproxima a la bondad de Dios que siempre responde a las necesidades más ocultas del corazón. En alguna medida, como nos dice el Papa Francisco en su mensaje, es “creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica el amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su corazón abierto”.
Música instrumental
Cada vez que yo me recojo en mi interior, Jesús surge como una luz pequeña, próxima. Jesús Crucificado es también Luz para aquellos que se sienten abatidos.
De la mano de San José de Calasanz, perfecto discípulo de Jesús crucificado, hoy quiero mirar al corazón abierto de Jesús, Perdón del Padre, Luz de todas las gentes. Calasanz, nuestro santo Padre, me confirma que ésta es la Verdad que fortalece en la fe, consuela en la esperanza y redime en el amor. Por eso, quiero mirarle así, crucificado, despojado de todo bien, entregado por mí, y amarle. En quietud y sosiego de mis voces interiores, atiendo mi respiración.
Le llamo: Jesús… Jesús… Jesús
Jesús, ten misericordia de mí…
Jesús, ten compasión de mí…
Jesús, ten piedad de mí…
Jesús, tú eres mi Verdad…
Jesús, tú eres mi luz…
Jesús, lléname de tú amor…
Y prolongamos nuestra oración con el canto:
Canto. Jesús, te miro en la cruz, lleno de amor por mi