Seleccionar página

 

«La sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella» (Sb 6, 16). Cuando el Espíritu de Dios entre en la vida de una persona, la sabiduría le sale al encuentro y confiere un nuevo sabor a su existencia.

El Espíritu nos impulsa a abrirnos, a reconocer que, en todos los acontecimientos de nuestra vida, Dios interviene, salva.

Le pedimos al Espíritu que recoja nuestro espíritu en la dispersión de las responsabilidades y ocupaciones.

Ven, Espíritu divino,

abre nuestros corazones

a tus inspiraciones.

Ven, Espíritu Santo,

Maestro interior,

edúcanos en

la sabiduría del Evangelio.

A partir de 1622, la nueva Orden Religiosa, vive unos años de gran vitalidad y esplendor, extendiéndose por toda Italia y hasta incluso más allá de los Alpes, en Alemania. Fueron años hermosos de ilusión y entrega a la tarea propia del Instituto: alcanzar la perfección de la caridad en la entrega educativa a los niños pobres. De esta forma, los niños quedaban dignificados y santificados como auténtico camino de salvación.

Los miembros de las Escuelas Pías se encontraban ante el desafío de vivir tres elementos de difícil conjunción: sacerdocio, vida religiosa y magisterio.

En su condición de religiosos, debían aspirar a la santidad, a la perfección evangélica propia de quienes viven en pobreza, castidad y obediencia en la Iglesia; en su condición de sacerdotes, debían llevar a sus alumnos, a través de la Palabra de Dios y de los sacramentos, a una auténtica vida cristiana; en su condición de maestros, se encontraban realizando una tarea hermosa a la vez que despreciable, para la que Calasanz exigía una exquisita preparación, en la escuela de los mejores especialistas de su época.

El lugar propio y privilegiado donde el escolapio vivía su ser y hacer fue la escuela fundada por Calasanz, caracterizada por la formación intelectual, humana, moral y religiosa de los alumnos; la absoluta gratuidad y la apertura a toda clase de niños, pero especialmente los pobres; la obligatoriedad de la asistencia a clase; la preferencia por el ciclo elemental y medio; la distribución de la enseñanza en etapas y ciclos; la búsqueda de métodos breves, sencillos y claros; una formación cristiana que integrara instrucción doctrinal, prácticas de piedad y educación moral; en el ejercicio de la Oración Continua, alma y razón de ser de toda la acción educativa escolapia.

De esta forma, la escuela ha sido para el escolapio de todos los tiempos y lugares, el lugar propio donde vivir su auténtica identidad: crecer y ayudar a crecer a niños y jóvenes en el desarrollo de las cualidades humanas y cristianas que hacen una vida feliz, en un encuentro vivo y orante con el Dios revelado en Jesucristo.

Pues si desde la infancia el niño es imbuido diligentemente en la Piedad y las Letras, ha de preverse, con fundamento, un feliz transcurso de toda su vida” (Constituciones, 2).

En nuestra acción educativa, la piedad y las letras, el Evangelio y la cultura, se prestan ayuda recíproca, de forma que el aprendizaje alcanza plenitud en el encuentro con Dios que abre siempre nuevos horizontes e inspiraciones a los anhelos de los jóvenes. La iniciación de los niños y jóvenes en el espíritu y práctica de la oración culmina su proceso educativo. Así educadores y alumnos oran juntos por las intenciones que pueden hacer que el mundo sea distinto, la acción docente alcance sus mejores frutos y que las relaciones personales en las escuelas y en la familia se renuevan en la presencia de Jesús y su Palabra. Por eso, es el centro, el espíritu profundo desde el que se desarrolla toda la acción educativa.

Acercándonos a la vida de Calasanz, vamos descubriendo el camino histórico, humano y cristiano en el que Nuestro Santo Padre descubrió su modo propio de servir a Dios. No lo conoció de una vez para siempre, sino que fue un lento germinar en el que la gracia de Dios le fue llevando paulatinamente hacia un servicio de amor a los niños, vivido como seguimiento de Jesús en una Orden Religiosa, para que los niños acogieran a Jesús que los bendice y abraza para crecer integralmente. Las Escuelas Pías nacen del don que Calasanz recibió de Dios y se ofrecen a todos aquellos que sienten el mismo don en sí mismos.

Cada escolapio sabe que haber recibido el mismo don de Calasanz tiene mucho que ver con su identidad. Recoger ese don que nos entregan los hermanos nos impulsa a derramarlo desde las propias cualidades, desde la propia cultura para que cada vez más niños conozcan con su inteligencia el mundo que les rodea y acojan con humildad la presencia de Dios en sus vidas…  No es un aspecto superficial en la vida, sino algo que identifica / distingue a la persona y al grupo al que pertenece. De puertas adentro, cada escolapio contempla su vida/ persona como una glosa de la vida y persona de Calasanz con la que se identifica cada día. Hacia fuera, cada escolapio recrea, no copia el carisma en la fidelidad al don recibido. La expresión Piedad y Letras ha sintetizado esa peculiar identidad que a través de los siglos han vivido todos los que han compartido el don de Calasanz.

En las actuales circunstancias de la Iglesia y la sociedad, las Escuelas Pías se encuentran emplazadas ante un nuevo reto. El escolapio quiere ser fiel al don que ha recibido de Dios en Calasanz. Pero advierte que otros miembros del Pueblo de Dios, también han recibido el mismo don de Calasanz, y que lo viven en ámbitos diversos: la escuela, la familia, el voluntariado, o en esos nuevos lugares donde el escolapio de corazón reconoce a los niños y los pobres que Calasanz encontró en el Trastévere Romano.

La oración es alma del carisma recibido de Calasanz. Cuando oramos se revitaliza. Cada vez que un escolapio se abre a la acción de la gracia se mueven dinamismos de crecimiento. Ahora, queremos acoger el don recibido, recogernos en la presencia del Espíritu, dejar en silencio nuestro espíritu, sentir la paz de Dios que llena el corazón. Invocamos al Espíritu: Ven, Espíritu educador… Ven, Espíritu de ciencia y piedad… Ven, Espíritu de verdad.

Presentamos al Señor nuestros niños, por su nombre… rogamos por cada uno de ellos, para que crezcan en su amor…. y también rogamos por sus educadores, para que les eduquen en paciencia y caridad

Y escuchamos el canto: