Celebramos hoy la fiesta de San José de Calasanz, día para agradecer habernos encontrado con Él, con la presencia amorosa de Dios que ha conducido su vida, con el carisma que ha recibido del Espíritu Santo, fuente de alegría y bendición para tantos niños hambrientos del pan de vida, y para tantos adultos que encuentran en su vida y magisterio, inspiración para seguir a Jesús en la humilde escuela por Él fundada.
Tomo conciencia de la presencia de Dios, aquí y ahora. Me siento Hijo de Dios, a imagen y semejanza suya. Su Espíritu modela cada día mis deseos y proyectos. Su amor reposa en mi corazón. Me siento agradecido por el don maravilloso de la vida, por mi existencia, por las personas que has vinculado a mi vida, pero de forma muy especial, por mis educadores, de ellos aprendí los rudimentos más básicos de mi vida, ellos me escucharon, me acogieron, me educaron en el amor de Dios, me hicieron sentir la bendición de Dios sobre mi vida, me hicieron sentir a Calasanz en su cercanía como Padre, Maestro y Amigo.
Cuando dejo que Dios entre en mi persona y actúe en mi corazón, la luz y compasión llena mi alma y me embarga el deseo de derramar al servicio de los niños y los pobres tanta gracia de Dios recogida en mi pequeño corazón.
Invocamos al Espíritu, le rogamos que derrame en nuestros corazones aquel mismo espíritu y práctica de oración que recibió san José de Calasanz.
Ven, Espíritu Santo; Ven, Espíritu Santo;
Escúchame, anima mi alma.
Visítame con la bondad de tu gracia
Cuando dejamos que el silencio llene nuestro corazón, cuando escuchamos la Palabra de Dios y la rumiamos detenidamente, cuando acompañamos a nuestros niños ante el Sagrario, y allí hacemos con mucho amor pequeños actos de fe y adoración, entonces se nos regala gratuitamente una paz y quietud de espíritu, que nos reconcilia con nuestras heridas más íntimas, y nos surge espontáneo el clamor orante de todo creyente: Abbá, Padre. Ante la mirada sigilosa del Padre, paulatinamente recogemos esos sentimientos que hacen una vida más plena y auténtica: la bondad, la confianza, la sinceridad, la inocencia… Entonces, unidos a Jesús, nos sentimos hijos en el Hijo. Dejándonos guiar por esas actitudes, miramos con corazón de hijo, las personas, los acontecimientos de la vida…
Nuestras vidas también están traspasadas por las contrariedades. Vivimos tiempos de turbación y oscuridad. Un cierto sentimiento de orfandad puede invadir nuestro espíritu. En esta pandemia que nos circunda y no logramos superar, la amenaza de los contagios, anida en nuestros corazones. El miedo y la incertidumbre purifica nuestros esfuerzos y no llegamos a vislumbrar el horizonte en su claridad. En este desamparo, sentimos la necesidad de la paternidad de Dios, y de aquellos que la encarnan. En su fiesta, vamos a mirar a Calasanz, como Nuestro Santo Padre que nos acompaña, nos guía, nos protege y nos convoca a la fraternidad de su familia.
- Cuando nos sentimos abandonados ante los peligros, al mirar a Calasanz, releer su vida, con sus logros y dificultades, me sobrecoge esa presencia de Dios que le abrió caminos nuevos, le fundamentó en su identidad, y le mantuvo firme en la adversidad.
El Señor va cada vez aumentando nuestra esperanza en el remedio, fundada en la misericordia del Señor, que en el tiempo oportuno encontrará los medios convenientes, escribió Calasanz en 1647.
- Cuando vacilamos y una cierta desorientación nos embarga, al escuchar a Calasanz en sus escritos, le descubro Maestro de Sabiduría, que en su expresión siempre concisa, me enseña a seguir a Jesús en la humilde escuela del abajamiento.
…he pedido por él al Señor, con el cariño especial que le mostrado siempre, para que lo haga un gran siervo suyo, e imitador, sobre todo interiormente, de su santísima humildad, donde descubrirá “los misterios escondidos a los sabios y prudentes del mundo, y reservados a los humildes”, nos dejó escrito en 1648.
- Cuando me siento autosuficiente, capaz por mí mismo de alcanzar mis propósitos, Calasanz me ofrece su mirada, la que atiende a los niños, a los pobres, a los que cuentan poco y fácilmente juzgo y desprecio. Por los que dedicó su vida. A los que acompañó y en la oración, les ofreció el alimento que fortalece para la vida eterna.
…Tenemos todos la esperanza firme que Dios bendito saldrá a favor de nuestro Instituto el cual se funda únicamente en la caridad de enseñar a los niños pobres particularmente, para que no pueda decirse “los pequeñuelos piden pan: no hay quien se lo reparta.” escribió en 1647
El Padre del cielo te mira con bondad, te ha regalado a San José de Calasanz como Padre que da vida, como Maestro que educa en la sabiduría del Reino, como Pastor que guía en la atención de los pequeños.
Ahora es tiempo para el agradecimiento, la quietud, el silencio… Las Escuelas Pías son obra de Dios y del afortunado atrevimiento y tesonera paciencia de Calasanz. Dios Padre me ha regalado a Calasanz, me ha llamado a las Escuelas Pías. Me siento afortunado, dichoso.
Gracias Padre por tu amor.
Gracias por tu bondad.
Gracias por tu presencia.
Gracias por tu sabiduría.
Gracias por amarme tanto.
Gracias por Calasanz.
Gracias Padre Bueno,
por tu amor desbordado en mi pequeñez,
por amarme tanto,
por llevarme siempre en tus brazos,
por tu amor desbordado en mi pequeñez,
gracias por amarme tanto.